Cuando murió Abû Salamah me dije:
Extranjera y en una tierra extraña, lo lloraré con un llanto que dará que hablar y me preparé para llorar por él cuando llegó una mujer de la parte alta de la ciudad que quería ayudarme (en los llantos) y que se había encontrado con el Mensajero de Allah ﷺ quién le había dicho:
«¿Quieres hacer entrar al diablo en una casa de la que Allah lo expulsó dos veces ?».
Entonces controlé mi llanto y no lloré. (Sahih Muslim)