«Sólo tres hablaron en la cuna: Jesús, hijo de María.
El personaje de la historia del monje Yuraill, que era un hombre que solía retirarse a una celda para adorar a Allah. Un día llegó su madre a verle para un asunto y estaba rezando y le dijo: ‘¡Oh Yuraill, te habla tu madre!’
Y dijo: ‘¡Oh Señor! Mi madre o mi oración’. Siguió con su oración y la madre se marchó.
Cuando llegó el día siguiente fue a verle de nuevo y sucedió lo mismo. Y al tercer día igual.
Finalmente dijo la madre, enojada: ‘¡Oh Allah, que no muera Yuraill hasta que mire a los rostros de las adúlteras o prostitutas!’
Y la tribu de Israel habló de Yuraill y sus oraciones.
Hubo entonces una mujer prostituta y de ejemplar belleza que dijo: ‘¿Queréis que le ponga a prueba?’
Y se mostró a él, pero sin que éste le prestara atención alguna, sabiendo el perjuicio que le podía ocasionar. Entonces fue ella a exhibirse a un pastor que solía ir a la celda del monje y cohabitaron juntos. De modo que quedó embarazada y cuando dio a luz, dijo: ‘Es de Yuraill.’
Después fueron en busca de él, pidiéndole que bajara de su celda, que derribaron, y luego le golpearon.
Y dijo: ‘¿Qué os pasa, porque me golpeáis?’
Dijeron: ‘Has fornicado con esta prostituta y ha dado a luz de ti.’
Dijo: ‘¿Dónde está el niño?’
Así pues, lo trajeron y luego dijo: ‘Dejadme hasta que pueda rezar.’
Así que rezó y suplicó a Allah. Después salió y fue hasta el niño y pinchándole en el estómago le preguntó: ‘¿Quién es tu padre?’
Dijo: ‘Fulano, el pastor.’
Y fueron todos a Yuraill y empezaron a besarle y a pasarle las manos. Después le dijeron: ‘Te construiremos una celda de oro.’
Dijo: ‘No, volved a hacerla de barro como estaba.’
Y así la hicieron.
Y el tercero fue que estaba una madre dando de mamar a su niño cuando acertó a pasar un hombre de buen aspecto montado sobre un hermoso y ágil animal. Dijo la madre: ‘¡Oh Allah, haz que mi hijo sea como éste!’ Y dejando de mamar, el niño le miró y dijo: ‘¡Oh Allah, no me hagas como él!’ Después volvió al pecho de su madre y siguió mamando. A continuación pasaron cerca de una esclava a la que golpeaban y le decían: ‘Has fornicado y has robado’. Y ella decía: ‘Allah es suficiente para mí y el mejor protector’. Y dijo la madre mirándola: ‘¡Oh Allah, no hagas que mi hijo sea como ella!’
Y el hijo dejó de mamar y la miró diciendo: ‘¡Oh Allah, hazme como ella!’ Y en ese preciso instante empezó a hablar la madre con el niño y el niño con ella. Le dijo la madre: ‘Pasó un hombre de buen aspecto y dije:’¡Oh Allah, haz que mi hijo sea como él!’ Y tú dijiste:’¡Oh Allah, no hagas que sea como él!’ Después pasamos por un lugar donde golpeaban a una esclava y le decían: ‘Fornicaste y robaste’. Y dije: ‘¡Oh Allah, no hagas que mi hijo sea como ella!’ Y tú dijiste: ‘¡Oh Allah, hazme como ella!’
Después dijo el niño: ‘Realmente aquel hombre era un tirano. Y dije: ‘¡Oh Allah, no hagas que sea como él!’ Y éstos decían a la mujer: ‘Has fornicado’, pero realmente no fornicó. ‘Has robado’, pero tampoco robó. Y dije: ‘¡Oh Allah, haz que sea como ella!’.»